Es atardecer y una gabarra se despega del muelle, como dejándose ir. Como si yo me alejara junto con toda esa costa y ella, la gabarra, permaneciera quieta all. No hay calor. Tal vez brisa, pero no calor. Tengo una interna sensación de tranquilidad. Como esa que, dicen, invade a los seres momentos antes de irse. No me quiero mover de aqui. Creo que me voy a quedar así parado. Mirando como me alejo montado en la costa que ahora deja todavía mas atrás a la gabarra. Que se retira de ella cada vez mas como para verla de lejos. De, cada vez, mas lejos.
Que sensación tan agradable. No siento que me vaya a dar hambre ni sed, mas nunca. Que me voy a quedar parado aqui, por siempre. Que un buen día todos recordaran el momento en el cual me consiguieron. Así. Quieto. Mirando quieto. Respirando quieto. Estando quieto. Para ver.. sí… sí estoy respirando. Respiro quieto. Que rico me siento. No me hace falta nada ni nadie. No quiero moverme de aqui nunca mas. Ojalá y todos lo entiendan. Que a nadie se le ocurra tocarme. O tratar de ayudarme. hablarme. Moverme… No… por favor. No. Quiero quedarme así todo el tiempo que pueda. Lo máximo posible, porque me acabo de encontrara con la tranquilidad…
Hola tranquilidad…
Mucho gusto…
Yo soy Anibal… Y tu?
Ya lo se . Tu eres la tranquilidad… gracias por venir… estaba muy cansado… De ser… de estar… que fastidio tener que respirar para poder responder. Contestar. hablar con todos. Hacer que vivo y no asustar a mis hijos si me ven que no soy. Que no estoy.
Ahora siento que puedo escuchar los sonidos de las cosas que no vi… que no conocí… puedo escuchar perfectamente los chasquidos de los cascos de los bueyes que tiran de la carreta del abuelo… de mi abuelo… Estoy parado ahí y a la vez acompaño la carreta. Es invierno y yo estoy allí viéndolo pasar. Él tampoco se percata de mi… parado ahí con mis manos en los bolsillos… mi camiseta de manga corta… digna del clima de puertos donde me muevo siempre. Mis mocasines y mi pantalón de kaki, típico de “la industria” mientras los cascos de sus bueyes chapotean en el pichaque de nieve y tierra negra… de campo bueno… de vientre fértil para la siembra… el buey lleva andar molesto… le da rabia el esfuerzo que debe hacer a cada paso que avanza, porque su peso, hace que se entierre en el fango helado y casi se chupa sus uñas, por lo que debe arrancárselas al fastidioso lodo que lo aguarda indefectiblemente, para repetir la maldad al proximo paso suyo… Me huele a tabaco… Es el abuelo que lleva el suyo entre los dientes… una mitad se la fuma y casi que toda la otra mitad va masticada y tragada… se calma la sed con la saliva saporita del chicote…
Ahora me mira? Me esta mirando? Me miró?
Será que sabe que me tengo que ir? Que lo estoy pensando? Que estoy lleno de dudas y de miedo… y de rabia?
Irme… Salir de allí. Como un día, se fue de aqui su hijo… mi padre…
Ahora yo me tengo que ir de allá… Pero en este momento eso qué importa… lo importante es esto. Que estoy en frente de su.. de su presente… que ahora estoy con él… y me lo puedo creer… es exactamente como me lo contaba mi padre… o será que yo lo recuerdo? Pero si no lo vi? Ahora, esa que canta, es su copla, porque papá me la cantaba… es la voz suya que pareciera salir desde dentro… casi no se mueven sus labios… pero la queja se escucha… es un gemido gutural… pareciera cantar su pecho y no él…
No mires tanto al cielo que te vas lejos
y soñando soñando te pones viejo…
Ve al suelo que amamanta su fruto tierno
del cielo cae solo agua…
y eso en invierno
Susurra su dolor con una ventriloquia mágica…
Su pecho es una caja sonora que gime sola, como si sus labios no supieran que él canta…
Queja gris… gris como las ojeras del dolor…
No mires tanto al cielo que te vas lejos
y soñando soñando te pones viejo…
Carreta que a dos bueyes vives siguiendo
dime si esa mocita ya tiene empeño…
El chasquido de cascos parece clave… una percusión que se cumple inequívoca… en su justo momento…
Y sigue así cantando desde muy dentro…
los bueyes van marcando acompañamiento…
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